Los hombres tienen una misión: crecer y multiplicarse, y la están cumpliendo. El hombre extiende sus territorios y los transforma; tala bosques para instalar cultivos; somete a cerdos, bueyes, caballos, y los mantiene con vida mientras puede explotarlos o hasta que decide comerlos; mata a osos y lobos, porque son como él, pero más débiles; mata animales por deporte o por placer, pero en cambio acoge a perros y a gatos, los protege y les da casa, a los gatos por simpatía, o quien sabe si por envidia, porque el gato se comporta como el hombre desearía; un gato es libre y huraño, actúa por puro interés y desprecia la mano que lo alimenta. El gato se parece al artista bohemio: es un parásito, un jeta simpático. El perro en cambio es esclavo, el hombre lo usa para sentirse su Amo, para que dependa de él y para que lo quiera. El perro es un animal fiel, idiota y patético; el hombre puede hacer con él lo que le plazca: insultarlo, pegarlo, castrarlo... Un perro sirve para volcarle tus frustraciones. Eso sí, el perro a veces se enfada y gruñe. ¡Pero tranquilos! El perro perdona a la primera caricia, a la primera palabra amable. El perro es sufrido, el perro es siempre más tonto que uno, y eso siempre es de agradecer.
Zabala, Manel. Permitan que les cuente. Barcelona, DVD Ediciones, 2006
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