07/07/09

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Llévate de la ciudad

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He invitado a algunos contactos de Flickr a comentar esta foto bajo la siguiente propuesta:

Llévate de la ciudad es una idea de creación colectiva con la que
podemos unir voluntades y soñar, juntos, con un territorio más amable, más
estético.

Estás invitado a comentar, a soñar.

Llévate de la ciudad los bloques de hormigón gris
Los chicles pegados al suelo
El tráfico lento ruidoso. Y el rápido asesino
Los espacios que te hacen apartar la vista
...Llevarlos dónde,
preguntó la hélice
LLévate de la ciudad el ruido generalizado, donde vayas
El mal olor
La mala leche
Llévate el dinero
todo
no dejes ni un céntimo
así nada tendrá ni costo ni precio
Llévate la intolerancia
la hipocresía
la indiferencia...
la suciedad y las prisas...
Llévate de la ciudad todo el smog que cubre el cielo y muéstranos ese hermoso azul que llevas puesto!
Llévate la crisis!!

03/07/09

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Corre, golpea

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Ulysses' Gaze, de Heleni Karaindrou, y la cámara al hombro para retratar no una escena asolada, ni angustiosa, a pesar de la imagen, sino un encuentro con el niño meditabundo, asustadizo, frágil, perceptivo y vulnerable, hambriento de caricias y dependiente de ellas. A su pesar. A sabiendas de lo que el tiempo le enseñaría sobre ellas, la conveniencia e inconveniencia de las mismas. Pero faltan años para que lo descubra, de momento sólo corre, quizá asustado de su sombra o expectante de conseguir sus sueños. Sueños a medio articular, no ya por creerse no merecedor de alcanzarlos, sino, mucho peor, por no verse con el derecho de recrearlos en su mente. ¿Cómo liberarse de esas toxinas? Cómo poner los pies desnudos en el suelo y levantar 70 kilos de descreimiento. Haciéndolo. Como otros tantos que han pasado por ello, que siguen haciéndolo, que no se pueden permitir ser conscientes de la temperatura de la baldosa, de la amputación que supone para toda persona carecer de sueños. Y no queda otra que cubrirse de un cinismo cobarde, de sonrisa mustia y mirada vaga. Fijar la mirada en algo conlleva escrudiñar, explicárselo, y así, sin darse cuenta, esa mirada se vuelve hacía uno mismo, contra uno mismo, comenzando las preguntas incómodas y las respuestas automáticas, conciliadoras, tan habituales que un día pueden entrar ganas de arrinconarlas con los puños. Y qué hacer. Mantener la calma y golpear fuerte, claro. No puedo decir otra cosa a un niño que no sabe ponerle palabras a su carrera y, por tanto, no es capaz de entender qué ocurre ahí dentro. Cuando al fin lo entienda sus nudillos se habrán tintado de rojo en alguna ocasión. O quizá no. Puede que la imagen sólo muestre un juego en un parque, una foto hecha con dedos torpes, y estas ideas sólo pueden venir después de ver una película que me ha hecho sentir, y pensar. Sentir, sentirme, y sentir también la mano de Natalie Wood entre mis dedos.
 
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