Álbum: Black Rebel Motorcycle Club, Baby 81, 2007
Aunque bastante irregular tiene algunos temazos como estos.
All You Do Is Talk
Am I Only
All You Do Is Talk
Am I Only
Álbum: Early In The Morning, James Vincent McMorrow, 2010
Sparrow and the Wolf
This Old Dark Machine
From the Woods!!
Duelo, V
• Estado de shock o impacto
• Negación
• Tristeza profunda
• Culpa
• Rabia, enojo
• Aceptación y reconstrucción (*)
-Hola. ¿Qué te pasa?, ¿qué haces ahí tumbado?
-Tomar el sol. ¿Y tú?, ¿qué haces aquí?
-Curiosear. Sabes que sólo curioseo.
-Sí. Aunque no lo entiendo. Pensaba que no teníamos nada más que hablar. Que estaba todo dicho. Que cada uno tiene su propio sol, por mucho que sea el mismo.
-Veo que sigues tan malhumorado como siempre.
-No. No es malhumor. Simplemente eres un recuerdo incómodo. Y preferiría apartarlo.
-Bueno, estás en tu derecho. No he venido a discutir. Quería saber que estás bien.
-Estoy bien.
(Silencio. Él cierra los ojos)
(Al rato ella se tumba junto a él. Mantiene los ojos abiertos a pesar del sol cegador)
-Me hubiera gustado que esto no fuera un texto, unas palabras sobre una pantalla. Además, me estás poniendo nervioso y ya me cuesta imaginar la escena, el calor, el sopor del mediodía.
-A veces las cosas no son como queremos.
-Ya. Razón de más para que éste no sea tu sitio.
-Me gustaría poder cerrar los ojos y sentir la paz que adivinaba en ti conforme me acercaba.
-Creo que eso es imposible. Era una sensación mía, construida con paciencia, dedicación, esfuerzo. Y no estoy cómodo. No sé qué quieres de mí en estos momentos. No entiendo que me busques, que te tumbes aquí, que no te conformes con saber que estoy bien. ¿O quieres contarme algo?
-No. No es eso.
-¿No te ha servido de nada este tiempo?, ¿no hay nada que hayas llegado a ver de otra forma?, ¿nada que merezca la pena compartir?
-No.
(Silencio. Los dos tienen los ojos abiertos, las miradas perdidas en el azul pálido del cielo)
-No te creo. Simplemente tienes miedo. Siempre tienes miedo. Tenías miedo de mí, pero sobre todo de ti misma. De lo que yo u otras personas llegáramos a averiguar. Quizá temías que lo que descubrieras en tu interior te impidiera caminar hacia esa felicidad que tanto buscabas. Y bien... ¿Estás más cerca de ella?
-Sí.
(Pausa)
-Y te equivocas. No tenía miedo de mí, tampoco de ti, de nadie. Salvo cuando te comportabas como un enfermo, entonces sí me asustabas.
-Es lógico. Pero no te hablo de eso. Aquel miedo es comprensible, aunque creo que debería haber sido rabia, decepción, desconfianza… ¿Pero miedo…? ¿Acaso lo que descubrí podría usarlo para hacerte daño? ¿Crees que lo hice por eso?
-No. No lo sé. Pero sí que me dañaste al hacer las cosas de esa forma.
-Lo sé. Y me avergüenzo. Y para colmo aquello también me hizo daño a mí. No sólo por lo mal que me sentía al hacerlo, sino por las cosas que descubrí. Y no, no las usé en tu contra, sino para ponerme a salvo. Entenderte significó liberarme.
-Eres un cínico.
-Claro. Toca serlo en determinados momentos. No hay otra forma de sobrevivir. Pero no es éste el caso.
-He venido a ver cómo estabas y otra vez estamos de mal rollo.
-No. Yo estoy bien, ya te lo he dicho. No espero nada de ti, ni siquiera que seas valiente, clara, u honesta. Ya pasó el tiempo de necesitar comprender, de buscarte.
-Reconozco que eso no lo hice bien.
-¿Perdona?, ¿te estás disculpando?
-Bueno… Sí, supongo que sí.
-Debe ser que has dado sólidos pasos hacía esa felicidad. Enhorabuena.
(Pausa)
-Te agradezco la disculpa. Aunque formalmente deje un poco que desear.
-¡Ja!
-Lo he dicho en serio.
-Lo sé.
-Bueno… Supongo que has terminado entendiendo que tener derecho a hacer tu vida implica que los demás también lo tienen. Eso es lo que no entendía. Que yo admitiera mis culpas y tú no reconocieras que también tenías responsabilidades en lo que pasó, que me regalaras aquel fardo. Sabes cómo son mis brazos. Me costó mucho esfuerzo llevarlo de aquí para allá. Un auténtico incordio. Creo que lo peor era subirlo y bajarlo por las escaleras. Era tan grande…
-Hiciste brazos, eso está bien.
-Supongo que nos hemos instalado en la broma desdramatizadora, ¿no? En todo caso mis brazos siguen igual.
(Pausa)
-Me chocaba aquello de que tus anteriores parejas no te guardaban rencor y te fastidiaba ver que yo sí. Me preguntaba si tus anteriores parejas conocían su cuota de realidad al completo. Y luego deduje que no. Que posiblemente no fuiste del todo honesta. Claro, así también yo quedo en paz con todo el mundo.
-No sé de qué me hablas. Además, aquí no pintan nada terceras personas.
-Cierto, pero no fui yo quien enarboló esas referencias.
-Qué calor. Y qué cansino eres, qué manera de remover la porquería.
-Bueno… Sí, tienes razón… Pero joder… Vienes aquí a "curiosear" y no tienes nada que contar. Te disculpas supongo que por un error de cálculo y no permites que tire del hilo.
-¡No!
-Había llegado a pensar que añoraba esa dictadura de la sonrisa y el acento dulzón. Pero no.
(Pausa)
-¿Entonces no estás dispuesta a ir más allá?
-No, no creo que tenga sentido.
-Debería revisar mi tendencia a la pregunta retórica.
-¿Podemos cerrar los ojos un rato y estar en paz?
-No sería paz. Sería otra cosa. Y no me apetece seguir con esto. Supongo que algún día volverás a "curiosear", es decir, a pretender que sea yo quien te disculpe, pero sólo un poquito, nada de entrar al fondo de los temas. Es tu estilo pero no el mío. Así que lo siento. Me toca terminar contigo por hoy. Y no te preocupes, hace mucho que estás perdonada aunque nunca te hayas querido molestar en saber lo que significaba eso. El alcance real del dolor y el perdón. Supongo que cada cual tiene sus ritmos. Adiós.
-Oye…
(Fundido a azul celeste)
Duelo, IV
• Estado de shock o impacto
• Negación
• Tristeza profunda
• Culpa
• Rabia, enojo
• Aceptación y reconstrucción (*)
Compartir tu paraguas bajo la lluvia como nuevos viejos amigos.
Tu sonrisa conmovedora. Y la pícara.
La ternura en tus ojos. Inmensa. Inmensos.
Las discusiones eternas.
El vigor de los argumentos.
Que siempre tengas algo que decir. Da igual el tema.
La cabezonería. Y tú más. Siempre más.
Tu buen corazón, esa bondad que me fascina, esa generosidad que nunca había encontrado en nadie.
La determinación conduciendo. Videojuego de realidad aumentada.
Lo chula que eres aparcando.
Y lo poco que te cuesta mear entre los coches.
Tu sentido de la hospitalidad. El mimo de los hechos.
Tu comida. Conseguir que nada fuera insípido. La dedicación. El criterio.
Verte comer gusanitos y llamarme viejo.
Que siempre te duermas en las pelis. Y que no suelas pedir que las vea de nuevo contigo.
Introducir el brazo por tu garganta y extraer alguna emoción. Pasarnos media tarde hablando sobre ella. No cansarme. Sentir que nos hace tanto bien...
Que puedas gritar más que yo.
Y golpear cosas.
Que te pases horas ensimismada, la mesa llena de estuches, telas, y objetos de colores. Y que seas irritable en ese momento.
Sentarme a taladrar botes al lado tuyo. Lijar muebles, pintar. Hacer proyectos que nunca pasan de ahí.
Ser encantadora, dulce, amable, sociable.
Tu timidez.
Tu parte asocial y mataniños.
Tu pasado. Lo que te ha hecho ser lo que eres. La empatía que siento cuando me cuentas. La caricia instantánea que me nace.
Tomar la cocina como un reino donde no hay leyes de extranjería. Ni siquiera un sitio cómodo donde sentarse. Y pretender que esté ahí.
Que te desnudes al sol.
Que el agua siempre esté demasiado fría.
Que no seas capaz de dedicarle tiempo a grabar un CD de música. Y que dependas tanto de ella.
Que disfrutes de mi colección.
Que discutas por discutir cuando organizo tus cosas.
Que seas capaz de disfrutar el silencio. Que no te resulte hostil.
Quedarte absorta mirando pájaros. Que te hagan sonreír.
Que te guste la huerta. Y que quieras traficar con tomates.
Que nos veamos como rivales haciendo fotos. Que no te gusta enseñarme. Ni dejarte enseñar.
Que des por supuesto que disfruto sentado delante de un ordenador cabrón maldiciendo durante horas.
Que tengas el móvil que yo quería.
Que no te gusten los GPS pero dependas tanto de los de carne y hueso.
Que no seas capaz de decir nada cuando toca no ser capaz de decir nada. Y luego ya sí.
Tu forma de pedirme mimos.
Que te gusten tanto mis caricias. Que me guste tanto acariciarte.
Lo sexy que eres aunque no te lo propongas. Y lo hermosa.
Tu espalda, tus brazos, tus piernas. Tus pelos.
Que seas maravillosa. Y que lo sepas.
Álbum: Set Your Head On Fire, The Black Box Revelation, 2007
I Think I Like You
Never Alone-Always Together
Stand Your Ground
Álbum: A Propósito de Garfunkel, The New Raemon, 2008
Hundir la Flota
Mil Gracias
Me topé contigo
Yo tocaba fondo
Y conté hasta cien
Respirando hondo.
Cuando te me abrazas
Sobran las palabras.
Te daré mil gracias
Si esto nunca acaba.
Perdiendo el control
Esquivando escombros
Cae la tentación
¡Vaya estupidez!
Ya no sientes nada
Y esto se prolonga.
Cambiaré de cara
Encerrado en casa.
No he pegado ojo
Pasan las semanas
Me tienes borracho
Con tanto rechazo
Ya no puedo verte
Sí desconocerte
Cierro ya esta puerta
Se acabó la fiesta
La fiesta
La fiesta.
Autor: Shearwater
Álbum The Golden Archipelago, 2010 (siento el sonido del segundo -además, es una versión breve-, y tercero).
Black Eyes
Landscape At Speed
Corridors
Álbum Animal Joy, 2012.
Breaking the Yearlings
Animal Life
You As You Were
Black Eyes
Landscape At Speed
Corridors
Álbum Animal Joy, 2012.
Breaking the Yearlings
Animal Life
You As You Were
Álbum: Millionaires, James, 1999
Aunque es un disco bastante irregular, estos dos temazos compensan.
Crash
Just Like Fred Astaire
Crash
Just Like Fred Astaire
Ninguna de tus neuronas sabe quién eres… ni le importa
Ninguna de tus neuronas sabe quién eres… ni le importa.
La felicidad es la ausencia del miedo, al igual que la belleza es la ausencia del dolor.
La felicidad está en la sala de espera de la felicidad y que no deberíamos, por tanto, menospreciar el bienestar escondido en los a menudo largos itinerarios que conducen a ella.
El cerebro, lejos de buscar la verdad, lo que quiere es sobrevivir; de ahí que cualquier disonancia con lo establecido genere su repulsa inicial. Enfrentado a una opinión distinta no sólo la repudia sino que se inhibe para ni siquiera considerarla. Lo contrario le obligaría a reconsiderar todo su planteamiento defensivo.
No es correcto intentar definir la inteligencia como se ha venido haciendo hasta ahora: los homínidos eran inteligentes y el resto de los animales no. Ahora resulta que pueden existir organismos inteligentes en el resto de los animales, y humanos que no lo son. Todo depende de si se dan en ellos, simultáneamente, tres condiciones: flexibilidad de criterio que les permita cambiar de opinión, capacidad para diseñar representaciones mentales que les permiten predecir lo que va a ocurrir, y, finalmente, si son o no innovadores.
Lo importante para innovar no es tanto la disponibilidad de recursos como el conocimiento necesario para progresar. Hemos estado acostumbrados en los años del milagro económico a que bastaba con aportar más recursos para superar dificultades, obviando que el futuro no dependerá tanto de la cantidad de recursos como de la tecnología y del conocimiento.
Ahora sabemos tras numerosas megaencuestas y experimentos científicos las dimensiones de la felicidad sin las cuales es muy difícil que, en promedio, se dé en los humanos: relaciones personales, control de la propia vida, saber sumergirse y disfrutar del flujo de la vida. Las otras dimensiones sólo muestran cierta correlación con la felicidad en determinadas condiciones, como los niveles de renta, la educación o la capacidad de resolver problemas.
Nadie puede pretender sustentar la armonía en la pareja, reformar el sistema educativo y gestionar el mundo de las empresas sin conciliar entretenimiento y conocimiento. Sin fusionar en el mundo moderno los dos conceptos tradicionalmente antagónicos no funcionará ni la pareja, ni la educación, ni la vida corporativa.
Las palabras no son, fundamentalmente, un canal para explicitar las convicciones personales propias, sino el conducto para poder intuir lo que está pensando el otro. Cuando esto se descubre, sólo entonces surge la oportunidad de ayudarlo o influirlo. La mayoría de la gente, por desgracia, dedica mucho más tiempo a explicar los que están pensando ellos, que a intuir lo que piensan los demás.
El mundo puede cambiar de nuevo para bien si todos los esfuerzos y el dinero que se dedican ahora a convencer a los demás de las ideas propias se utilizaran para descubrir cuáles son las de la gente, cómo funciona su mente, qué estarán pensando.
Punset, Eduardo. Excusas para no pensar: Cómo nos enfrentamos a las incertidumbres de nuestra vida. Madrid, Destino, 2011
¿La droga más dura que conozco?
El aire. Sí, ya imagino que esperabas otra cosa, algo truculento, desvaríos a cuatro patas en las aceras de una calle, tipos tumbados junto a las vías del tren conectados entre sí con cables de acero, conectados a las estrellas. Pero no, no era eso. Y no hablo del exceso o falta de aire, sino de las dosis en que acostumbras a consumirlo. ¿El efecto? Mantenerte con vida. Ese espacio parcelado en realidades, momentos, sensaciones, miedos, alegría, euforia, reencuentros y pérdidas, desatino y desvarío, a veces rocosa, escarpada, inaccesible, a veces mullida, amable. Un espacio que es la suma de tantas realidades, experiencias, voluntades, que no querrás que se te pase el efecto. O quizá sí. Aunque tiene cura. El amor es la respuesta. Y no hace mucho que hice esa pregunta con la certeza interior de que así era, asombrado de la simplicidad que desactivaba un problema tan complejo como vivir encerrado en un castillo por miedo a los otros, a uno mismo, todos los espejos rotos. No podía creer que haya necesitado tantos años para aceptar una idea tan manida, tan vieja, usada, poco original. Y cierta. Ser consciente de ello no tiene por qué suponer un antes y un después, puedes seguir amartillando defensas en tu castillo, pero esta vez con el escepticismo no sólo de saber que tu refugio es tu cárcel y tormento, sino que una nueva pérdida te puede resultar inasumible y obligarte a reconocerlo. Los castillos son jodidos de calentar en invierno y demasiado húmedos en verano, que has rumiado tanto tiempo las excusas que se han deshilachado, y, por fin, que no te sale de huevos perder a alguien a quien quieres, a quien has querido, aunque fuera a través de portones y almenas. Así que ahora respiro, me drogo con ello, y espero. Poder disfrutar de más aire, nuevas caricias.
Autor: Los Suaves
Dolores se llamaba Lola, álbum Ese Día Piensa en Mí, 1988
Siempre Igual, álbum Esta Vida me va a Matar, 1982
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