Bailar en los pasillos

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- ¿Qué haces en la Miguel Hernández? - pregunta él.
- ¿Y por qué crees que trabajo ahí?
- Una intuición, sólo eso.

Ella mira a su alrededor y valora por unos segundos esa tendencia a hacer conjeturas. Sabe que por el momento le divierte pero que pasará y quizá llegue el hastío, el cansancio ante una actitud que si bien roza la grandilocuencia no es más que un sentirse menos, una forma como otra de mostrar inseguridad. Él observa esa mirada y no es capaz de escudriñar el hilo de los pensamientos. Le da igual. Al fin y al cabo no es importante lo que ella piense en realidad. Al menos, no de momento.

- Adivinaste. Trabajo ahí
- Ya... ¿pero qué haces?
- Trabajo duro y mantengo mi mente concentrada en lo que hago, aunque a veces me imagino bailando a lo largo de los pasillos, rodeada de compañeros que se esfuerzan en seguirme. Yo lo agradezco dejando fluir mi cuerpo y dibujando una sonrisa que al recordarla más tarde me hace comprender que si tuviera que crear un mundo sería muy parecido a esa escena.
- ¿Y yo podría serte útil en ese mundo imaginario? Sé observar, fotografiar, y hasta llevar botellines de agua.
- No lo sé todavía. Déjame pensarlo.

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