Lleva trabajo...
Acostumbrarse al ambiente sonñoliento e incómodo que supone un tren, la mayoría de las veces me resulta imposible perder la mirada y los pensamientos, dejarme ir lejos y a ninguna parte, entrecerrar los ojos y sentir que en tu cuerpo hay vísceras, sangre fluyendo, órganos incansables y poco reconocidos.
Alguna vez sucede, y en esos momentos la mirada cobra fuerza, sientes que eres dueño de tus ojos, de su intención, sueñas con que lo que has vivido -hace poco o hace mucho- te merece la pena, te hace sentir, te hace seguir...
No es necesario un tren para vivir esto, sólo un montón de cosas que nadie sabe manejar pero que a veces se dan... y cuando termina medio sonríes y tus ojos brillan con amor y sabes que mejor dejar pasar un tiempo para levantarte, para coger la revista, para dar por terminada la experiencia. Como los créditos en un peli que te ha emocionado.
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