Delicias Verdú

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La posmodernidad, propia de la extensión de la democracia y su cultura de masas, llega acompañada de un descenso de nivel, una tendencia a la puerilización y un gusto creciente por lo más simple, como saben explotar especialmente los norteamericanos. La cultura moderna era compleja y elitista, pero la cultura posmoderna es inmediata y vulgar. La meditación, la filosofía fueron europeas, pero el entretenimiento, el cine, la televisión, son típicamente norteamericanos.

El continente negro constituye un formidable paraíso para blanquear el alma blanca
[Aunque Verdú habla del potencial de África para el reciclaje, la frase me parece especialmente demoledora si la referimos a las donaciones que se hacen a ONGs "para ayudar a esos pobres seres"]

Los comienzos del siglo XX se mostraron entusiasmados por abrazarse al porvenir, pero el inicio del siglo XXI ha coincidido con el terror y nadie quiere viajar más lejos. La entrada al siglo XX fue optimista y proyectiva, poblada de motores de explosión y sones revolucionarios, artistas subversivos y especialistas del superego, todo ello animado por las luces eléctricas, las radios y el cine de auténtico estreno. La idea de progreso, nacida a finales del siglo XVII, adquirió entonces, en el cruce al siglo XX, una de sus cimas hasta que, décadas después, en los años 70 del siglo XX, sobrevenida la crisis del petróleo y los límites del crecimiento, Occidente temió al futuro.

¿Deseos de vivir más allá? Más bien, los últimos años se han comportado como si la historia se hubiera atascado entre sus grandes sucesos y hubiera empezado a revisar los acontecimientos pasados: el nacionalismo, el racismo, las luchas étnico-religiosas, la amenaza nuclear

Precisamente, la paradoja del movimiento de emancipación femenino es que ha tenido demasiado éxito. Ha tenido tanto éxito que deja a lo femenino frente a la debilidad (más o menos táctica y defensiva) de lo masculino y como resultado se llega a una nueva y extraña situación: el enérgico resentimiento de las mujeres contra el 'no poder' masculino... Porque sin la vigencia del antiguo poder masculino, al dejar de estar alineada con el hombre, deja también de disfrutar sus 'privilegios' de mujer (el encantamiento romántico, el misterio, el galanteo) y en lugar del viejo odio contra la represión aparece un nuevo odio contra la 'normalización'
[Habla de la egonomía, la customización frente a la producción en serie y el trato de la empresa al cliente como ser alienable, y como paralelamente, al ser el "yo" el único referente válido se van perdiendo las grandes referencias comunes, como la figura de la autoridad paterna]

¿Dios? Dios es un ídolo del pasado, un superhéroe de la vieja ciencia ficción. ¿El compromiso político? Tampoco. Ninguno de estos pilares pervive para otorgar su sanción y evitar el vértigo del desamparo. Porque si yo soy mi entero dueño, mi propio padre, mi código moral, también soy mi único juez y el culpable absoluto. Por ser el yo tan importante, es también la víctima más expuesta a todo.

En la época del capitalismo de producción pensábamos que la heroica clase obrera enterraría al capitalismo, pero al final -como decía Bourdieu- ha sido el capitalismo el que ha enterrado a la clase obrera. Ahora, en el capitalismo de ficción, no aparecen las clases sociales y en su lugar sólo se habla de clases de vida. A la lucha de clases ha sucedido la lucha por ser yo, y a la pugna por la revolución ha continuado el afán por ser uno mismo.

Mientras la esperanza pasa de la revolución a los ansiolíticos, las anfetaminas o el citalopram. El desarrollo de la asistencia psiquiátrica, la proliferación de antidepresivos, el enorme consumo de sedantes y píldoras de la felicidad se corresponden con esta patología que el hiperindividualismo ha esparcido por nuestra sociedad, atemorizando al individuo por desaparecer en el 'colectivo' y desesperado por la falta de comunidad. Desvelándose por evitar ser homogéneo y sufriendo, paralelamente, las toneladas del culto al yo.

Los obreros ya no hacen apenas huelgas, pero cada dos por tres piden la baja. No van al trabajo porque están indispuestos pero, a la vez, ¿cómo se iba a convocar una huelga con tanta gente en cama?. Los obreros se ponen enfermos de la triste enfermedad general y, en vez de levantarse contra la explotación, se acuestan

'¿Se encuentra usted harto de seguir indefinidamente estancado, año tras año en los mismos problemas, sea con su pareja, con su empleo, con sus ingresos? ¿Se siente hastiado de vivir desorganizado, abrumado, subestimado, desorientado? No es extraño. Su caso forma parte del estado general de la población', dice la propaganda. Si usted desea experimentar una nueva vida, seguro y dichoso, no hace falta esperar: ahora, como los antiguos ángeles de la guardia, llegan los coach.

En España, la práctica religiosa se ha reducido a la tercera parte en los últimos cincuenta años, pero tres de cada cuatro jóvenes españoles creen en la astrología y la mitad defienden la existencia de ovnis o la veracidad de los curanderos. Una tercera parte cree en el espiritismo y en la reencarnación (ABC, 14 de febrero de 2002). 'Cuando se deja de creer en Dios no se deja de creer en todo sino, por el contrario, se llega a creer en todo', decía Chesterton

El capitalismo es insoportablemente pernicioso no ya con el trato corriente con las personas sino con los animales y las plantas, que, a fin de cuentas, es lo único indiscutiblemente bueno que nos queda

Verdú, Vicente. El estilo del mundo: La vida en el capitalismo de ficción. Anagrama, Barcelona, 2003

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