Distropía

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Se sufre hoy de distropía, la utopía deteriorada, escepticismo y desencanto, que lleva a muchos a acomodarse tristes en su rincón. ¿Qué queda de esperanza cuando ya no creemos en líderes, partidos, doctrinas e ideologías? ¿Qué queda cuando, por nuestra parte, se cierran todas las puertas y ventanas? Queda la amargura, el desaliento, el rechazo del poder. Ése es el momento en que el sistema conmemora su victoria sobre nosotros. Vaciarnos de utopía, neutralizarnos, comprarnos, he ahí la táctica de quienes profesan el dogma de que 'fuera del mercado no hay salvación'.

Frei Betto: Está prohibido soñar, publicado en Alainet el 13/09/07, tomado de fírgoa

Frei Betto compara las ilusiones y sueños de la generación de nuestros padres con la nuestra y sólo confirma lo que siempre he pensado: hemos ganado en un relativo bienestar material pero perdido en bienestar existencial; parece que nuestros sueños se reduzcan a comprar el adosado o un coche capaz de despertar la envidia de nuestros conocidos, asistimos sin pestañear a un bombardeo sistemático y concienzudo de banalidades en la televisión, a un sálvese quien pueda en lo laboral, a un escepticismo corrosivo ante todo discurso de los dos partidos mayoritarios, incluso a una toma de postura ante éstos entre infantil y perversa, en parte debido a la simpleza de los argumentos que usan, en parte por la tendencia a polarizar y así "empujarnos" a una toma de postura, o como mínimo, a que votemos, y así echemos gasolina a este destartalado trasto llamado democracia. Me cansa y repatea tanta discusión vacía sobre políticas que en esencia son exactamente el mismo producto. Siempre me he considerado bastante ácrata y estas últimas semanas estoy volviendo a leer y reflexionar desde esa postura, desde la inquietud y curiosidad intelectual, desde el razonable descreimiento de la democracia representativa. Trabajo en un Ayuntamiento en una ciudad de 300.000 habitantes; ni PSOE ni PP merecerían indulto en un mundo en que se juzga a cada cual por su función social, entendiendo que el fin último es el bienestar común. ¿Y cuántos de vosotros pensáis exactamente eso?

Pero hay más estímulos, la arcada antes las reacciones que se dan por el fin de la burbuja inmobiliaria, y algo más cercano, el contrastar como algunas personas sufren esa distropía hasta el punto de vivir anestesiadas, cobijadas en un humor ácido e incisivo que en definitiva es una muestra de que a pesar de todo siguen vivas, siguen sintiendo. Sólo falta encontrar el camino.

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